Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 6 de septiembre de 2017

GUILLERMO BALMORI. EL UNIVERSO DE LOS HERMANOS MARX

Hola, buenas tardes, bienvenidos una temporada más a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca en el que cada semana desde hace ya siete cursos -hoy empezamos el octavo- os ofrecemos una recomendación de lectura.

Esta tarde comenzamos, como digo, una nueva etapa con un libro cuya actualidad está vinculada a una efeméride reciente. El pasado 19 de agosto se cumplieron cuarenta años de la muerte de Groucho Marx, el actor y genial humorista norteamericano. Para celebrar su muy relevante figura artística, su enorme talento, su ingenio y su desbordante comicidad, anteayer inicié en mi otro espacio en la emisora universitaria salmantina, Buscando leones en las nubes, una serie de programas en los que presento algunas de las más chispeantes e inteligentes muestras de su agudeza, esas frases cáusticas y mordaces, iconoclastas e irreverentes, de un humor corrosivo y burlón aunque en el fondo inocente, que trufaban sus hilarantes películas. Os remito al blog del programa si queréis escuchar las divertidas emisiones.

Con la misma finalidad, homenajear al inigualable Groucho y, por extensión, a sus no menos brillantes hermanos, quiero presentaros ahora un extraordinario libro, El universo de los hermanos Marx, que constituye una completísima enciclopedia sobre la personalidad de los cómicos, su producción cinematográfica y los principales referentes que definen su carrera profesional. El volumen, publicado por Notorious, una editorial de libros de cine en la que José Luis Garci desempeña un papel principal junto a los fundadores, Guillermo Balmori y Enrique Alegrete, mantiene los rasgos que identifican todos los lanzamientos del sello: conocimiento y rigor en el tratamiento de los diversos temas estudiados -casi siempre monográficos sobre algún actor o director-, calidad literaria, primoroso cuidado en la presentación, excelentes fotografías y, en general, brillantez en los textos y exquisitez formal.

En el caso del título que nos ocupa, veintiún expertos (Ramón Alfonso, David Felipe Arranz, Víctor Arribas, Guillermo Balmori -responsable último de la edición-, Joan Bassa, Quim Casas, Luis Alberto de Cuenca, Ramón Freixas, Juan Carlos Laviana, Fernando R. Lafuente, Carlos Marañón, Miguel Marías, Alejandro Melero Salvador, Diego Moldes, Moisés Rodríguez, Oti Rodríguez Marchante, Adrián Sánchez, Gerardo Sánchez, Eduardo Torres-Dulce, Joaquín Vallet y Juan Carlos Vizcaíno), críticos cinematográficos en su mayor parte, se acercan desde distintos ángulos a la biografía personal y a la carrera profesional de la disparatada y desopilante familia Marx en una extensa obra -trescientas sesenta páginas en vasto formato-, en la que se entrelazan jugosos análisis de todas sus películas -incluso las rodadas en solitario por cada uno de ellos- con sus correspondientes fichas técnicas, cientos de fotografías, carteles, tiras animadas, programas de mano y fotogramas de los films (¡¡impagable la recreación, en sus imágenes esenciales, de la archiconocida escena del camarote en Una noche en la ópera!!) junto con decenas de breves pero sabrosísimos y bien documentados comentarios sobre los propios hermanos y los actores y actrices, productores, directores y colaboradores varios de sus películas, obras teatrales, radionovelas y programas de televisión, así como un amplio elenco de “entradas” referidas a elementos, conceptos clave o líneas de fuerza teóricas que constituyen el “ideario” -si es que puede hablarse en tales términos de una “pandilla” tan anárquica y caótica- de los inefables Hermanos Marx. Lamentablemente, tal ingente cantidad de material no resulta fácilmente manejable, pues más allá de un somero índice temático final que recoge los capítulos principales, no hay forma de localizar las muchas citas referidas a una película, un actor o un productor en particular como no sea abriendo al azar el libro y dejándose llevar por los ciegos designios de la fortuna. Sorprende tal limitación en un libro que, fundamentalmente, está pensado para la consulta y no para su lectura continuada de principio a fin.

Los Hermanos Marx son parte esencial de mi vida. Tengo un recuerdo vago, de mis seis o siete años, del pase de Los hermanos Marx en el Oeste en el cine de La Cañiza, el pueblo del que procede mi familia materna en el que pasábamos los veranos. Y desde entonces resuena en mí el ¡¡Más madera, que es la guerra!! de aquellos chiflados que quemaban los vagones para dotar de combustible al tren. Algo después, con diez u once años, es más nítida la imagen del niño que se asombra con las películas de los Marx en algún ya entonces añejo cine de Vigo (el Niza, el Cinema Radio, hoy desaparecidos; como casi todos los demás, por cierto, antiguos o recientes), y de la presencia protectora de mi madre, que conocía bien a los Marx, incluso a los menos “notorios” (Zeppo y Gummo), y que tocaba en casa al piano Barrilito (The Barrel Polka), como Chico en más de una película. Y luego, adolescente, disfrutando ante el televisor y hasta el paroxismo de su descarado humor (y no exagero: en una ocasión, las desorbitadas carcajadas provocadas por alguna de las insuperables salidas de tono de Groucho me provocaron una gozosa congestión en la que ríos del Cola-Cao de mi cena salían por boca y nariz salpicándolo todo). Eran aquellos tiempos en los que la indignidad de un régimen como el de Franco -en la que el niño que yo era no podía reparar y mucho menos condenar- permitía, no obstante, una televisión española que hasta bastantes años después de la muerte del dictador seguía ofreciendo -en prime time- la filmografía casi completa de Hitchcock o Humphrey Bogart, de Truffaut o Cary Grant, de Eisenstein o Carl Dreyer y, por supuesto, íntegra, la de los delirantes cómicos. Me vienen a la cabeza también, ya en la Universidad, en Santiago de Compostela, los ciclos de cine en la Facultad, en los que entre áridas películas de comprometido e inextricable cine búlgaro o checoeslovaco siempre había un espacio para los Marx, de los que el progresismo juvenil que nos envolvía a todos destacaba su vertiente iconoclasta y ácrata. Y esos mismos valores eran los que apreciaba a los veinte años, cuando en los veranos del festival de Aviñón despreciábamos -mi amigo Carlos y yo- los más sesudos e “izquierdistas” montajes teatrales de rigor (en todos los sentidos) para deslizarnos en alternativas salas de cine para reír hasta la extenuación con las ocurrencias geniales de la troupe “marxista”, en particular con las salvajes réplicas de Groucho al muy sufrido personaje que invariablemente representaba una no siempre impávida Margaret Dumont (que tantas veces, saltándose el guion, era incapaz de contener la risa en pantalla ante los extravagantes requiebros de su peregrino, egoísta y divertidísimo pretendiente). Y rememoro también ahora las cintas de vídeo en las que, ya de adulto, grababa sus películas, con sus fichas escritas prolijamente a máquina y los recortes de las críticas y artículos periodísticos. Y también la regocijada lectura de algunos de los entretenidísimos libros -Groucho y yo o Memorias de un amante sarnoso, entre otros- del descabellado Groucho. En fin, una vida entera punteada por la regular aparición de la obra de los absurdos comediantes.

Y es por ello por lo que la consulta del libro que ahora os recomiendo me ha provocado un fervoroso entusiasmo, tanto por las magníficas reseñas de cada una de sus películas como, sobre todo, por las entradas en las que se desentrañan con ingenio y agudeza, con conocimiento y pasión, las principales claves de su peculiar universo. Siguiendo el criterio alfabético por el que se ordenan, en El universo de los Hermanos Marx podemos leer breves textos sobre temas tan diversos y tan representativos del cine “marxista” como abogados, absurdo, alta sociedad (un fragmento que os dejo al término de esta reseña), animales, armarios, arpa, barcos, bocinas, caballos, camas, caos, chistes, confusión, crímenes, dinero, familia, guerra, instituciones, musicales, negociación, payasos, peleas, pensamiento filosófico, pianos, piernas, robos, romances, sátira, satiriasis, surrealismo, trampas, vamps, vaudeville o velocidad… por mencionar solo los más destacados, en una enumeración que, por si sola, describe con precisión el mundo de los Marx.

Intercaladas entre estos interesantes análisis, aparecen, como he señalado, otras apetitosas entradas sobre infinidad de personajes del planeta cinematográfico, entre los que quiero destacar -junto a numerosos otros, menos conocidos o solo al alcance de cinéfilos- los nombres de Frank Sinatra, Marilyn Monroe, Irving Berlin, Louis B. Mayer, Carmen Miranda, Buster Keaton, Jackie Gleason, Lucille Ball. Jane Russell, Raymond Burr, Leo McCarey, Maureen O’Sullivan y, claro está, la incomparable Margaret Dumont, víctima favorita de las inconvenientes pero en el fondo benévolas humillaciones grouchianas. Todos ellos guardan, en mayor o menor medida, una remarcable relación con la filmografía de los descabellados cómicos judíos.

En fin, no deberíais dejar de leer este El universo de los Marx, una formidable publicación que, a cargo de Guillermo Balmori, presenta la editorial Notorious. Como acompañamiento musical a mi reseña, y eligiendo con dificultad entre las decenas de temas que aparecen en las cintas de los Marx, he escogido el para mí entrañable Barrilito en la original versión de Chico en Una noche en Casablanca. Debo confesar que en mi infancia las “interrupciones” musicales en las películas de los hermanos Marx me exasperaban y a duras penas podía contener la impaciencia por retomar pronto el jugoso caudal de insensateces de Groucho. No obstante, ahora, escuchadas con detenimiento en la distancia, hay que reconocer que casi todos esos interludios tienen valor en sí mismos y pueden disfrutarse por más que siga resultando algo artificiosa su inclusión en las tramas.


Alta sociedad

La pompa, el snobismo, la cursilería, la apariencia, la pretenciosidad… todo aquello que los Marx en general desprecian concentrado en un solo concepto esotérico; inaprensible y al tiempo, cristalino, definido. Paradoja, los Marx, en especial Groucho, están constantemente intentando acceder a ella; siempre, por supuesto, por métodos que incluyen el engaño y la picaresca. Pero su objetivo final no es medrar en esa alta sociedad, sino destruirla desde dentro, dinamitar sus convenciones, cortar los bigotes y palmear sus sombreros, mirar lascivamente a las mujeres y ridiculizarlo todo mientras Groucho realiza brutales propuestas de matrimonio (interesado) a Margaret Dumont, Harpo roba lo que puede y Chico confunde a todo el mundo hasta llevarlos a la enajenación. Les gusta deslumbrar a una clase social que todo lo cree y que cualquier cosa compra, una clase ignorante del mundo exterior. En las películas para la Paramount, más agresivas, más ideológicas, más políticas, los Marx arrasan con los espacios de la alta sociedad, pasando como torbellinos anarquistas por las mansiones de El conflicto de los Marx, los trasatlánticos de Pistoleros de agua dulce o la Universidad de Plumas de caballo para, en su sátira, total, llevarse por delante un país (que son dos) en Sopa de ganso. En su otra etapa larga, la de la MGM, resultan más moderados, si bien no pueden evitar ridiculizar ese pináculo de las apariencias que es la ópera. El motivo de la escala social no desaparece en la MGM, pero sus objetivos se refinan. Así, Chico y Harpo prefieren reservar sus habilidades musicales para las clases populares, tanto da los emigrantes de Una noche en la ópera que los negros de las afueras de la ciudad de Un día en las carreras. Los Marx posicionan su arte: junto a unos, frente a otros. Groucho ocupa, progresivamente, un lugar intermedio. Es el único que suele partir de una posición social elevada (a veces incluso detentando una descabellada autoridad como en Plumas de caballo o Sopa de ganso) y su objetivo es primero (en la Paramount) demostrar que cuando uno llega a esa situación puede ser todo lo irrespetuoso que quiera, y luego (en la MGM) concentrarse en no perder esa posición o recuperarla. Groucho es un trepa, todo palabrería y caradura que con ese ansia por infiltrarse en la alta sociedad la ridiculiza aún más que sus hermanos, tan ajenos a ella. En Groucho, todo es fachada: “Hijo mío -dijo, y su voz se estremeció ligeramente-, un anciano muy sabio dijo una vez que hay dos cosas que el dinero no puede comprar: la nostalgia y la amistad. Murió en un asilo de pobre. No olvides pagar esa cuenta al salir.” Me estrechó la mano con fuerza y se fue, galante filibustero que tenía una cita con el destino. Mientras su figura remolona y predatoria se perdía de vista, envuelta en trapacerías, yo incliné la cabeza en señal de homenaje. “Adieu, Quackenbush -susurré-. Adieu, Capitán Spaling. Ningún hombre fanfarroneó mejor”, escribía S.J. Perelman.

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