Vivo entre muchos libros y extraigo una gran parte de mis ganas de vivir del hecho de que aún leeré la mayoría de ellos. (Elias Canetti)

miércoles, 11 de enero de 2017

ANNABEL PITCHER. MI HERMANA VIVE SOBRE LA REPISA DE LA CHIMENEA

Hola, buenas tardes, bienvenidos a una nueva edición de Todos los libros un libro, el espacio de recomendaciones literarias de Radio Universidad de Salamanca que os saluda en esta primera emisión de 2017, deseando a todos nuestros muy escasos oyentes un estupendo comienzo de año.

Hoy quiero hablaros de un libro cuya presencia en el programa es deudora de estas fechas festivas que apenas dejamos atrás. Rodeado de sobrinos, y empecinado en que mis cartas a los Reyes Magos insistieran, tozudamente y contra el cada vez mayor desinterés de los chicos, en pedir para ellos libros, he recalado, en mi pesquisa de “material” para facilitar el trabajo de Sus Majestades, en una obra estimable que me atrevo ahora a recomendaros a todos vosotros, estudiantes universitarios bastante alejados ya, por edad e ilusiones, por escepticismo y madurez, por descreimiento y realista pragmatismo vital, de la formidable imaginación y la sensible capacidad para la construcción de quimeras, de los juveniles y en muchos casos inocentes hijos de mis hermanos.

Voy, así, a recomendaros una novela sobre cuya valoración, no obstante -seré sincero-, no logro ponerme de acuerdo conmigo mismo. Me ha gustado, moderadamente, sin suscitar un entusiasmo desbordante, pero tengo algunas reticencias intelectuales ante ella; ha llegado incluso a emocionarme en algunos pasajes pero me asaltan serias dudas acerca de su enfoque que en ocasiones roza la fácil sensiblería; me parece curiosa en su planteamiento y bien escrita, pero a la vez puede que resulte demasiado trivial y en exceso sencilla; he pasado algunas horas placenteras leyéndola, pero el disfrute se ve algo disminuido por la sospecha de haber caído en las redes de un mero producto editorial, primorosamente presentado, con todos los ingredientes para llegar de modo simple a la gente, pero alejado, en el fondo, no ya de la alta literatura, sino de la literatura a secas. ¿Y qué puede importar?, os preguntaréis... ¿para qué se necesitan las etiquetas, y encima con ampulosas mayúsculas: la Literatura? De lo que se trata, podréis pensar algunos de quienes ahora nos seguís, es de leer algo que nos toque, que nos haga sentir y pensar y alegrarnos y llorar y conmovernos... Y si todo eso ocurre, si se produce el milagro de que un libro remueva nuestra conciencia o nuestra sensibilidad, ¿qué importa entonces su mayor o menor calidad según no se sabe qué supuestamente objetivos cánones, qué importa su carencia de virtudes literarias a tenor de difusos parámetros críticos, qué importan su rigor literario, su hondura artística, el nivel de su escritura, siempre discutibles? Y sin embargo importa, importa la Literatura, también pueden conmover los culebrones y también provocan el llanto aquellos seriales radiofónicos del pasado y también tocan la fibra sensible algunos programas televisivos de baja estofa y son eso, basura, visceralidad elemental, primitiva y despreciable. ¿Dónde poner, pues, la frontera? ¿Qué permite distinguir con nitidez el grano de la paja, una obra literaria con un mínimo de dignidad de un mero producto comercial sólidamente manufacturado?

En fin, espero que podáis entender mis dudas, aunque el caso es que, más allá de su fácil acomodación a la simplicidad que pide su destinatario natural adolescente este Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, escrito por Annabel Pitcher y publicado en 2011 por la editorial Siruela en traducción de Lola Diez, sí tiene algunas, bastantes, virtudes y por ello me atrevo a recomendaros su lectura. Desde esa fecha han visto la luz en la misma editorial otros dos libros de la autora, El silencio es un pez de colores y Nubes de kétchup que se mueven, al parecer, en coordenadas muy parecidas a este que ahora os presento.

Debo deciros de entrada que, en consonancia con este segmento de lectores al que aparentemente -y solo así, como luego veremos- va dirigido, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea es una novela con un niño, un niño de diez años, como personaje principal. Entronca así con otros libros relativamente recientes que comparten idéntico protagonismo infantil, pienso ahora en El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon, o el conocidísimo El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. Además, por mi mente ha revoloteado, durante su lectura, y en distintos pasajes del texto, una película también exitosa y con un menor, una niña en este caso, como protagonista, la notable y doblemente oscarizada, Little Miss Sunshine, quizá la recordéis.

Podría pensarse, pues, como acabo de sugerir, que se trata de un libro dirigido a los adolescentes; además, la juventud y una cierta frescura o espontaneidad en las manifestaciones de su autora también podrían indicarnos ese carácter juvenil de la obra. Sin embargo, sin descartar, antes al contrario, lo interesante, educativa, ejemplar y aleccionadora que puede resultar su lectura para un muchacho en formación, pues el libro rezuma enseñanzas, valores, nobles principios (y creo que por ello acabará siendo un éxito de ventas e incluso imponiéndose como lectura escolar), estamos no obstante ante una obra para adultos.

Jamie Matthews es un avispado y sensible niño de diez años. Cuando sólo tenía cinco -por lo que apenas guarda recuerdos de su vida en aquella época- su hermana Rose, que entonces contaba igualmente diez años de edad, murió mientras jugaba con sus padres, su gemela Jasmine y su pequeño hermano, en la plaza de Trafalgar Square en Londres, infortunada y accidental víctima de unas bombas diseminadas por terroristas islámicos en diversas papeleras de la capital inglesa. La brutal y dolorosa desaparición de Rose, altera, destruye irremisiblemente la vida de la familia. Los padres, incapaces de superar el trauma causado por la pérdida de su hijita, acaban separándose cinco años después. La madre deja el hogar familiar para irse a vivir con Nigel, al que conoce en las reuniones de los grupos de ayuda y apoyo psicológico tras el atentado, pues su esposa falleció también en ellos. El padre, destrozado, abandona su trabajo, deja Londres con la ahora quinceañera Jasmine, a la que llaman Jas, con el pequeño Jamie, con Roger, el querido gato del niño, y con la urna que contiene los restos de Rose, que así pasará a vivir sobre la repisa de la chimenea, lo que aclara el en primera instancia extraño título del libro. Todos ellos se instalan en Ambleside, un pueblo perdido en el Distrito de los Lagos, en el noroeste de Inglaterra. Jamie y Jas empiezan el colegio mientras su padre, que no puede olvidar la vida truncada de su pequeña, se hunde progresivamente en una espiral de sufrimiento y autoconmiseración, se emborracha de continuo y descuida totalmente sus obligaciones como cabeza de familia. Los niños, pues, deben salir adelante sin el apoyo de sus progenitores, pues la madre, aunque Jamie cree ciegamente en su pronto retorno, ha decidido dejar atrás a su familia para así remontar el terrible dolor causado por la muerte de su hija, y permanece en Londres con su nueva pareja.

Jamie narra la historia desde ese momento en que, instalados en Ambleside, empiezan no sólo un nuevo curso escolar sino una nueva vida. El niño debe crecer, y lo hará y madurará, todo lo que es posible a los diez años, y la novela es el relato de esa evolución, de ese cambio, de ese curso académico crucial, de ese año decisivo en la vida de todos los protagonistas. Presenciamos, pues, emocionados, la tierna y triste soledad de Jamie, sensible y por ello acosado por sus compañeros de colegio, enamorado de su compañera Sunya -un retrato magnífico el de la niña-, debatiéndose consigo mismo entre el encantamiento que le suscita su joven amiga, paquistaní de origen y musulmana de religión, y el odio irracional que su padre profesa y exterioriza hacia quienes -en una generalización racista- han asesinado a su hija; lo vemos cariñosamente aferrado a su gato Roger, a quien adora, protegido del mundo por su camiseta de Spiderman, presunto regalo y principal rastro vivo en su existencia de su añorada madre, urdiendo planes para el imposible reencuentro, la reconciliación y la normalidad familiar, que tendrá lugar, en su deseado sueño, gracias a su participación, junto con su hermana, en un concurso de la televisión, lo que recuerda la peripecia de la protagonista de Little Miss Sunshine a la que antes me he referido. Y también, de manera tangencial pero igualmente destacada, asistimos al despertar de la estupenda Jasmine a la juventud, sus pelos de colores, sus uñas pintadas, su estética vagamente punki, su primer novio, el recuerdo, también en ella, sobre todo en ella, de su gemela muerta. Y observamos la crisis vital del padre, procurando vagamente rehabilitar su existencia, hundido en el alcohol, la apatía y la desesperación e intentando construir, desde la ruina devastada de su vida, algo parecido a un razonable nido familiar para sus hijos. Y nos entristece, sin comprenderlo del todo, el desapego de la madre, que ahuyenta su pasado en la distancia de sus hijos.

Y todo ello contado desde la perspectiva y con el lenguaje de un niño de diez años, en uno de los formidables logros de la novela, la verosimilitud de la voz narrativa, su ternura, su sensibilidad, la emoción que rezuma cada párrafo. Algunas amigas -así, en femenino- que han leído el libro me han confesado haber llorado con su lectura, yo mismo me he sentido acongojado, al borde de las lágrimas, en muchos pasajes.

En fin, por todo ello, y al margen de las dudas "intelectualoides" del comienzo de esta reseña, os recomiendo vivamente el libro, Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, escrito por una muy joven Annabel Pitcher y que publica Siruela. Como complemento musical a mi reseña, os dejo ahora con Thriller, el clásico de Michael Jackson, que suena en un momento de la novela.


Mañana es mi cumpleaños, y una semana después empiezan las clases en mi nuevo colegio, la Escuela Primaria de la Iglesia de Inglaterra en Ambleside. Está a unas dos millas de nuestra casa, así que papá me va a tener que llevar en coche. Aquí no es como en Londres. No hay autobuses ni trenes por si está demasiado borracho para salir. Jas dice que ella irá conmigo andando si no conseguimos que nos lleven, porque su escuela está como una milla más allá. Dijo Por lo menos nos vamos a quedar en los huesos y yo me miré los brazos y dije Para los chicos estar en los huesos no es bueno. A Jas no le sobra un gramo, pero come como un ratón y se pasa horas leyendo lo que pone por detrás de los envases para ver las calorías. Hoy ha hecho una tarta para mi cumpleaños. Ha dicho que era una tarta sana, con margarina en lugar de mantequilla y casi sin azúcar, así que lo más probable es que sepa raro. Nos la vamos a comer mañana, y me dejan cortarla a mí porque es mi día.

He mirado antes en el buzón y no había nada más que un menú de la Casa del Kebab, que he escondido para ahorrarle a papá el disgusto. Ningún regalo de cumpleaños de mamá. Ni una tarjeta de felicitación. Pero todavía queda mañana. No se va a olvidar. Antes de que nos fuéramos de Londres, yo compré una tarjeta de Nos mudamos de casa y se la mandé a ella. Lo único que escribí dentro fue la dirección de la casa y mi nombre. No sabía qué más poner. Ella está viviendo en Hampstead con el tipo aquel del grupo de apoyo. Se llama Nigel, y yo lo conocí en uno de esos actos conmemorativos en el centro de Londres. Con la barba larga y en plan greñas. La nariz torcida. Fumando en pipa. Escribe libros sobre otros que han escrito libros, cosa a la que no lo veo mucho sentido. Su mujer murió también el 9 de septiembre. Puede que mamá se case con él. Puede que tengan una niña y la llamen Rose y entonces se olviden del todo de mí y de Jas y de la primera mujer de Nigel. Me pregunto si de ella encontrarían algún pedazo. Igual él tiene una urna sobre la repisa de la chimenea y lo mismo le compra flores en su aniversario de boda. Eso a mamá no le haría ni pizca de gracia. 

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